La madurez no es un estado que se alcanza por el simple hecho de
cumplir la mayoría de edad, sino que es un largo y complejo proceso que
atraviesa etapas críticas, y que requiere de condiciones adecuadas para
que evolucione lo más favorablemente posible. Pero la evolución
favorable no significa que no deba haber etapas críticas.
La adolescencia es, en general, la más crítica de estas etapas. ¿Qué
les pasa a los adolescentes, que parece tan difícil entenderles?
Simplemente, que están aprendiendo a ser adultos, y ello significa,
básicamente, empezar a ensayar la autonomía y la autodeterminación que
deben tener cuando sean adultos. Pero como personas que están empezando
en algo sin tener ninguna experiencia, es lógico que hagan cosas
ilógicas. Son sus primeras pinceladas de autonomía; por tanto, son
intensas e incoherentes. Son, además, contrastantes para dejar patente
que son sus propias pinceladas. Con ello van tratando de hacerse un
lugar por sí mismos.
Por ello es normal que de repente nos sorprendan con ideas que “a
saber de dónde las han sacado”. Es normal que hoy les guste una cosa y
mañana lo contrario. Es normal que se “empilen” de forma intensa y poco
duradera con diferentes temas o actividades, así como es normal que
actúen de la misma forma en el descubrimiento del amor, idealizando de
forma inconsistente a cualquier ídolo, que puede ser el vecino de la
esquina o un actor de Hollywood, para cambiar de opinión poco después.
Con las primeras iniciativas de autonomía va asociada la inseguridad
que provoca su inexperiencia, por lo que es lógico que busquen apoyo,
pero no lo van a buscar en aquel de quien se tienen que independizar,
porque es, en teoría, “el enemigo”, por decirlo de alguna forma. Por
ello es normal que se refugien en la confidencia de amigos que están en
la misma situación, o que ya la pasaron. Tienden a seguir modas de otros
porque su deseo de autonomía les hace actuar diferente a la familia,
pero su inexperiencia no les permite actuar con criterio propio, porque
aún no lo tienen formado. El actuar o pensar hoy de una forma y mañana
de otra son ensayos naturales a través de los cuales va formando su
propio criterio.
Todo ello provoca inestabilidad, y, por tanto, crisis. La crisis de
la adolescencia es una situación contrapuesta que se produce entre un
cambio psicobiológico natural que se desea y a la vez se teme, por un
lado, y la inercia de la etapa anterior, por otro, que se rechaza pero
ofrece seguridad y tranquilidad. La crisis de la adolescencia es
natural, y se puede manifestar con mayor o menor intensidad. Muchas
veces los padres no somos capaces de entenderlo, pese a que nosotros
mismos también pasamos por ello, y criticamos dichas actitudes y
tratamos de cambiarlas forzadamente. Con ello, nosotros mismos estamos
construyendo un muro en ese espacio de separación que ellos tratan de
crear de forma natural.
En la medida en que los padres seamos capaces de entender este
proceso y ayudarles a superarlo, aunque sea buscando asesoría, en
mejores condiciones estaremos de que evolucione adecuadamente. Debemos
hacerlo manteniendonos en ese segundo plano que ellos nos están
poniendo, ni más lejos, ni más cerca, supervisando sutilmente, pero sin
intromisiones. De ese modo, podemos vigilar su evolución, y ellos, sin
perder la confianza en nosotros, tendrán el espacio que necesitan y la
seguridad que les da el saber que, en último caso, ahí estamos por
cualquier cosa. La superación de las crisis es lo que forma la madurez.
La inexistencia de crisis no es normal, y puede ser indicio de la no
maduración, o de que algo no funciona.